Libro del Centenario RSCE

corroborasen esta procedencia, frente al hallazgo de restos en otras regiones con antigüedad de más de 25.000 años; pero hasta la publicación de las conclu- siones del estudio de la Universidad de UCLA no se pudo afirmar con rotundidad. En cualquier caso, lo que parece evidente es que a partir de que se producen las primeras domesti- caciones de lobos, estos nuevos perros empiezan a acompañar a los hombres en sus viajes de caza, comercio, exploración y combate, esparciendo pron- to su semilla por todos aquellos lugares por donde pasaban y mostrando una capacidad de adaptación única, característica compartida con el que le habrá de denominar como su “mejor amigo”: el Hombre. Los etólogos más prestigiosos del mundo encuen- tran explicación a esta rápida simbiosis Hombre-pe- rro en la confluencia de intereses que alimenta dicha relación. El Hombre encuentra en el perro una útil herramienta de trabajo con la que puede cubrir una gran cantidad de campos y que pronto se hace im- prescindible para el desarrollo de las incipientes for- mas de organización social. Seguridad, alimento y compañía son los pilares que sustentan las funciones del perro, quien encuentra en los hombres un modo de vida más tranquilo y seguro, ajeno a las exigentes condiciones de la Naturaleza salvaje. El rasgo más significativo de esta adaptación del pe- rro al Hombre está en el mantenimiento durante casi toda su vida de algunos rasgos de carácter conside- rados juveniles, como la jovialidad y la sociabilidad, incluso con sus congéneres, algo totalmente ajeno a los lobos que deben, al llegar a la madurez, optar por un temperamento fuerte, violento a veces y comba- tivo incluso con los suyos (especialmente entre in- dividuos del mismo sexo) si quieren conservar su estatus social y hasta la vida. Más que amigos En cualquier caso, resulta evidente que la relación entre el Hombre y el perro ha dado lugar al desa- rrollo de una especie fascinante y a la aparición por procesos de selección utilitaria de una gran cantidad de razas a las que se puede agrupar en función de su morfología, temperamento y, sobre todo, del trabajo para el que eran destinados. Los primeros perros domésticos eran lobos que vi- vían alrededor de los asentamientos humanos y que encontraban en ellos cobijo, protección y una alimentación garantizada en tiempos nada fáciles, a cambio de colaborar en tareas para las que ya tenían una gran destreza, como la caza y la pelea contra alimañas que acechaban las casas, los campos o el ganado. Pronto el Hombre descubre la nobleza y ductilidad de aquel animal al que es posible enseñar casi cual- quier función y se hace herramienta indispensable 1911-2011, R.S.C.E.: Cien años de selección y mejora 17

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